RESEÑA: Travesties, Teatro Apollo ✭✭✭✭

Tom Hollander como Henry Carr en Travesties. Foto: Johan Persson Travesties

Teatro Apollo

16 de febrero de 2017

4 Estrellas

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En un momento de esta inteligente y reflexiva producción, el poeta de vanguardia Tristan Tzara irónicamente dice 'Puede que sea un disparate, pero al menos no es un disparate inteligente.'

Travesties presenta una buena cantidad de disparates pero, lo que es más importante, es notablemente ingenioso; para cuando te vayas, sentirás que tu cerebro ha hecho mil sudokus.

Está ambientada en el Zúrich de 1917, donde, en una de esas notables casualidades de la historia, la ciudad albergó a James Joyce, el estudioso anti-arte Tristan Tzara, y al entonces desconocido Vladimir Lenin.

Es poco probable que los tres hubieran compartido siquiera un trozo de Gruyère juntos, pero gracias al viejo e infiel narrador de Stoppard, Henry Carr, él tiene la licencia para construir una obra compleja y significativa que entrelaza temas políticos y artísticos.

Al juntar a tres personajes tan dispares, Stoppard lleva a cabo un debate sobre el significado del arte – a saber, qué es y si es de calidad.

Por lo tanto, el tradicionalista Carr discute ferozmente con el renegado Tzara y el consciente de clase Lenin. Está claro que Stoppard tiene una opinión en este combate. La defensa apasionada de Carr sobre el poder e importancia del genio artístico bien podría haber salido de la lengua de Stoppard, pero él da un justo oído a todas las partes, lo que resulta en una producción estimulante e inspiradora.

Tom Hollander como Henry Carr en Travesties. Foto: Johan Persson

Carr también discute con Joyce sobre algunas deudas impagas, mientras intenta cortejar a su radical y bondadosa bibliotecaria Cicely. La obra toma prestado generosamente de La importancia de llamarse Ernesto de Wilde, mientras también juega con juegos de palabras, limericks, esporádico ruso y canciones.

Aun cuando el surrealismo a veces fue un poco lejos para mí, está claro que Stoppard es un verdadero maestro de la forma verbal. Incluso si muchas referencias y chistes se te escapan (como estoy seguro que me pasó a mí), muchos más impactarán.

El elenco hace un trabajo estupendo con este complejo diálogo. Tom Hollander es tanto divertido como conmovedor en sus interpretaciones de un joven y un viejo Henry Carr. Inyecta un verdadero sentido de vulnerabilidad en un narcisista y fantasioso travieso, respaldado con un tiempo cómico agudísimo.

También hay un excelente apoyo por parte de Tim Wallers como el mayordomo revolucionario de Carr, así como un dúo de fuertes roles cómicos; Clare Foster como Cecily y Amy Morgan como Gwendolen, quienes disfrutan de un maravilloso dúo. Habiendo dicho eso, tuve algunas quejas con el Lenin de Forbes Masson; a veces sonaba más de Motherwell que de Moscú.

Patrick Marber, quien basándose en las notas del programa tiene un auténtico amor por esta obra, la dirige con destreza, mientras el sencillo escenario ofrece múltiples recovecos y rincones para que la gente se esconda y emerja.

En una época en la que el papel de las artes se discute tan acaloradamente como siempre, la obra de Stoppard no podría ser más oportuna. Travesties tanto desconcierta como intriga; una pieza maestra de escritura que te dejará pensando todo el camino a casa.

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