RESEÑA: All In A Row, Southwark Playhouse ✭✭

Sophie Adnitt reseña la obra de Alex Oates All In A Row, actualmente en el Southwark Playhouse, Londres.

Simon Lipkin, Hugh Purves y Charlie Brooks en All In A Row. Foto: Nick Rutter All in a Row

Southwark Playhouse

18 de febrero de 2019

Dos estrellas

Reservar Entradas Nunca había asistido a una noche de prensa con una protesta afuera, pero supongo que siempre hay una primera vez para todo. La causa de la protesta es All in a Row, que se presenta actualmente en el Southwark Playhouse’s Large - más específicamente, la causa es la asombrosamente equivocada, por no mencionar bizarra, decisión de representar al personaje de un niño severamente autista con... una marioneta. Una marioneta con piel gris. Por alguna razón. Desde sus personajes horriblemente antipáticos hasta su desafortunado subtexto, All in a Row resulta en una experiencia de visualización muy incómoda y desagradable. Martin (Simon Lipkin) y Tamora (Charlie Brooks) se están preparando para pasar una última noche con su joven hijo Laurence (el titiritero Hugh Purves). Laurence es autista, no verbal y a veces violento, y alguien ha notado moretones en el niño y ha llamado a los servicios sociales. Mañana Laurence se trasladará a un centro especializado a 200 millas de distancia: una historia visual encuadernada titulada 'Laurence se muda' ya está en el escenario mientras el público ingresa. El cuidador de Laurence, Gary (Michael Fox), también está presente y parece ser la única persona allí capaz de calmar a Laurence cuando se angustia. Mientras tanto, Martin y Tamora se critican mutuamente y Martin juega inexplicablemente trucos crueles a su esposa y los culpa a su hijo (que no puede defenderse).

Hugh Purves y Michael Fox en All In A Row. Foto: Nick Rutter

Martin es un personaje repugnante, pero para ser honesto, Tamora no es mucho mejor, y después de 90 minutos con estas personas despreciables parece que se merecen el uno al otro. A pesar de su situación y los desafíos de cuidar a Laurence, es muy difícil sentir una pizca de simpatía por ninguno de ellos y a pesar de la insistencia frecuente de que realmente aman a su hijo, nunca lo creí. Laurence es claramente considerado una carga y una molestia para ellos y la ocasional insinuación de que su madre piensa que necesita ser 'curado' de su autismo es horrible.

La marioneta de Laurence de Sian Kidd cruza completamente al valle inquietante con piel gris (todavía estoy perdido en cuanto a por qué el gris fue el color elegido) y una expresión fija inquietante. Las piernas de Purves sirven como las piernas de Laurence, con el torso de Laurence aparentemente creciendo del estómago de Purves. La técnica de la marioneta es interesante, pero es tan extraña que a menudo distrae de la historia. Los momentos de violencia, especialmente cuando Laurence es retenido, y la razón alegada por el equipo de producción para el uso de la marioneta, podrían llevarse fácilmente con un intérprete humano: un director de lucha capaz y un ensayo calmo y minucioso lograrían el mismo efecto. El hecho de que Purves se mantenga totalmente conectado a la marioneta durante las escenas violentas hace que esta excusa parezca aún más débil.

Simon Lipkin y Charlie Brooks en All In A Row. Foto: Nick Rutter

El elenco hace su mejor esfuerzo con lo que hay. Simon Lipkin ha demostrado su talento para el humor muchas veces antes y continúa haciéndolo aquí, y Michael Fox como Gary tiene un encanto natural. Hugh Purves es obviamente un titiritero talentoso pero se ve eclipsado por la controversia.

El escritor Alex Oates ha basado esta obra en su propia experiencia trabajando con adultos y niños con discapacidades de aprendizaje y no dudo que gran parte de la obra se basa en eventos reales, pero el texto parece poco desarrollado. La mayoría del diálogo es muy básico, la dirección recurre a los gritos para crear tensión y la trama parece un drama por números: los 'giros' nunca sorprenden. Los personajes son desordenados y humanos, pero es casi imposible apoyarlos. Oates puede escribir diálogos decentes y claramente tiene un don para el humor costumbrista, es cierto, pero su estructura narrativa carece de los altibajos necesarios para mantener al público cautivado. Sin embargo, todo el potencial está indudablemente ahogado por malas decisiones.

Sí, las narrativas autistas y las narrativas neurodivergentes necesitan ser contadas en escenarios de alto perfil, pero no así, un descrédito para las personas autistas y sus familias. Hay ideas interesantes enterradas en el núcleo de esta obra, pero están ahogadas por capa tras capa de decisiones mal aconsejadas (la marioneta es una de muchas), de esas en las que te preguntas: ¿no hubo nadie en ninguna parte del proceso que objetara alguna de estas cosas?

Cuando la Sociedad Nacional Autista declara públicamente que no puede apoyar tu producción, tiene que ser algún tipo de indicio de que se deberían hacer cambios. La aparente negativa a hacerlo es infinitamente frustrante. Esta podría haber sido una gran oportunidad para abrir la conversación, pero se ha desperdiciado en favor de insistir en usar un dispositivo que debería haber sido descartado en la primera lectura.

“Suena realmente ofensivo, ¿verdad?” murmura Gary tímidamente después de un comentario inmensamente desafortunado sobre Laurence.

“Sí,” responde Martin “bastante.”

Sí. Bastante.

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