RESEÑA: El Hombre Ahogado - Una Fábula de Hollywood ✭✭✭✭✭

Rechazando la convención teatral, la última oferta de Punchdrunk, The Drowned Man, obliga a Emily Hardy a rechazar la crítica convencional.

Qué no hacer en The Drowned Man: a Hollywood Fable Parece apropiado, cuando se enfrenta a una obra maestra como esta, que nosotros, meros intrusos en el sórdido submundo, desempeñemos nuestro papel en consecuencia. Si esperas cruzar al mundo de Temple Pictures, inspirado por Woyzeck de Büchner, y conocer a los soñadores que existen en los márgenes de Hollywood, ten cuidado: Hay una manera correcta y una incorrecta de hacer Punchdrunk… Qué no hacer: No lleves una bolsa, ni siquiera tu teléfono... De hecho, ni siquiera uses un reloj: En medio del caos, en la entrada del vasto edificio en desuso, hay un guardarropa (y un baño). Libérate de distracciones externas; ¡es agradable! Hay suficiente para distraerte en el interior: 6 pisos de habitaciones, pasillos, anexos y cada metro cuadrado del vasto espacio bullicioso de actividad. Cada habitación está amueblada y adornada, texturizada y perfumada con la máxima precisión y atención al detalle, cortesía del equipo de diseño de Felix Barrett, Livi Vaughan y Beatrice Minns.

Liberados de nuestro equipaje diario, (y debo admitir, fui reacia a ir sin bálsamo labial durante tres horas) es posible olvidar por completo Paddington, Londres y 2013, porque lo que se ha creado aquí tiene propiedades alucinógenas y el potencial de transportar incluso a aquellos cuyos instintos, como los míos, tienden a la resistencia o el cinismo.

En consecuencia, el brillo de un iPhone o la arrogante sonrisa de un miembro del público desde debajo de una máscara levantada rompe la ilusión establecida, disminuyendo la satisfacción teatral, una experiencia comparable a encontrar Narnia en tu armario, reducida instantáneamente a un día en el Acuario de Londres o un viaje a Tesco.

No hables ni intentes quedarte con tus amigos/parejas, etc. (De hecho, The Drowned Man no es ideal para una 'cita'). Tomar y desafiar tus propias decisiones es parte de la aventura, así que aléjate de la multitud y busca tu propio entendimiento fragmentado de la narrativa, de lo contrario, bien podrías estar viajando en la hora punta.

Cuando te encuentres solo, en la oscuridad, entrecerrando los ojos hacia las habitaciones a través de puertas ocultas, preguntándote si alguna vez volverás a donde empezaste, la desorientación provoca un oscuro examen psicológico de uno mismo. La épica y cinematográfica banda sonora podría quedar ahogada por tu cacofónico monólogo interno. Podrías intentar racionalizar el miedo, preguntarte qué hay para temer; es solo una obra, ¿verdad?

O podrías incluso experimentar esa frustración infantil común de perderte algo, preguntándote continuamente si has elegido la ruta más interesante. Tus preocupaciones son, por supuesto, vanas; las historias mudas de los personajes se desarrollan simultáneamente a través de un teatro físico convincente, valiente y violento, y la narrativa finalmente se emulsifica independientemente del orden en el que la atrapes.

Podrías conectar con dos personajes o diez dependiendo de dónde termines. ¿Chocarás con el protagonista en el pasillo mientras huye de una escena del crimen? ¿Tropezarás con adulterio, desesperación, asesinato? ¿Aprenderás algo sobre ti mismo? Atrévete a desconectarte de las personas con las que entraste. Sobrevivirás tres horas solo y será mucho más satisfactorio cuando la obra alcance su asombroso final y te quedes para comparar tus hallazgos y experiencias.

Punchdrunk, desde su formación en el año 2000, ha enlodado descaradamente las aguas teatrales y, en esta mega colaboración con The National Theatre, ha redefinido la forma y sus capacidades por completo. Así que, ve. Maravíllate. Baila. Y si no sales con los zapatos llenos de arena, corteza en el cabello, sudando y emocionalmente exhausto, entonces no lo estás haciendo bien.

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