RESEÑA: Padres e Hijos, Donmar Warehouse ✭✭✭✭

Joshua James & Seth Numrich. Foto: Johan Persson Padres e Hijos, Donmar Warehouse ✭✭✭✭

Reseñado por Mark Ludmon

El dramaturgo irlandés Brian Friel se tomó algunas libertades con su adaptación para el escenario de la clásica y bastante deprimente novela de Iván Turguénev, Padres e Hijos. Aunque conserva temas de la novela rusa de 1862, su obra mezcla el pesimismo con notas más ligeras que la directora Lyndsey Turner ha explotado para una producción que trae risas para equilibrar la tristeza.

Al igual que la novela, se centra en Basárov, un joven estudiante universitario que es llevado por su amigo cercano Arkady a quedarse con su familia liberal propietaria de tierras en un rincón remoto de Rusia. El vehemente revolucionario cuestiona su forma de vida con el concepto de nihilismo, lo que lleva a enfrentamientos y confusión antes de encontrar la redención. Seth Numrich está lleno de intensa energía nerviosa como el inicialmente arrogante Basárov, pero es Arkady, interpretado poderosamente por Joshua James, quien se convierte en el corazón de la obra. Tan defensor del nihilismo como Basárov, llega a aprender que está atrapado con las emociones y el liberalismo que el nihilismo de Basárov se opone.

Están rodeados de una rica variedad de personajes que cobran vida con un detalle sutil y humanidad por un elenco excelente. Anthony Calf es encantador y divertido como el padre ineficaz de Arkady, mientras que el tío amanerado de Tim McMullan evoluciona de un caricatura cómica a un hombre que oculta un corazón roto bajo su traje bien confeccionado. Incluso la criada muestra una vulnerable ansia interpretada por Siobhan McSweeney. Con un impactante escenario de tablas de madera de Rob Howell y música penetrante de Alex Baranowski, esta es una producción aguda y convincente sobre familias y la necesidad de amor.